13 Sep El lenguaje hebreo como clave ineludible hacia la trascendencia
Es sabido y aceptado que un lenguaje rico, en cualquier idioma, es una de las claves para permitir a la persona elaborar pensamiento complejo y abstracto, de modo tal que a mayor riqueza de vocabulario mayores posibilidades tendrá la persona que lo detenta de alcanzar grados más altos de discernimiento y comprensión.
Una de las grandes tragedias de nuestros tiempos es el empobrecimiento relativo del vocabulario de las jóvenes generaciones por efecto de la prevalencia de la cultura de la televisión primero y de las redes sociales más tarde, que se impuso con su poder de síntesis, inmediatez y sentido de lo instantáneo en detrimento de la cultura de la lectura más lenta y reflexiva de libros que, por su extensión, permiten el desarrollo de ideas más elaboradas y sutiles.
En la tradición judía el mundo fue creado por medio de la palabra, y, por lo tanto, el lenguaje hebreo que es el empleado por la Divinidad y los ángeles en la génesis recoge los principios y atesora las esencias de las fuerzas creadoras y de la lógica superior que subyace al cosmos.
Una de las prácticas meditativas más antiguas que registra la tradición iniciática de Israel es la contemplación de palabras y Nombres Divinos, la concentración en el texto y la permutación de sus letras como mecanismo de pasaje a un estadio superior de consciencia. Según “Sefer Haietzirá”, obra iniciática que aparece por escrito en el período talmúdico hace cuestión de unos mil seiscientos años pero que la tradición le confiere un origen aun más pretérito, el universo fue creado con las veintidós letras del alefato y las diez sefirot o niveles de manifestación de la Divinidad.
Bajo todo lo existente subyace el texto, la palabra de Dios, subyacen letras, y por lo tanto, el conocimiento del idioma hebreo es, según esta tradición, la llave de la comprensión cabal del universo y de la propia acción en él. Las letras son representaciones gráficas de las energías creacionales, y sus diferentes formas y valores numéricos aluden a sus potencias e insinúan sus cualidades. Por ello, en la tradición judía el nombre de una persona es un tema delicado ya que las letras contenidas en este actúan como intermediarias entre los estadios superiores del alma y la persona concreta, y por ello, un sinnúmero de ideas paradigmáticas de la concepción judía del mundo está expresado en las singularidades de la gramática hebrea. Cabría mencionar solamente a modo de ejemplo, la imposibilidad de la conjugación del verbo “ser” en algunos tiempos, la inexistencia del verbo “poseer” bajo algunas formas etc.
Y por todo lo antedicho, es imposible entender mínimamente la Biblia Hebrea sin un conocimiento mínimo de este idioma. Un gran maestro místico del siglo XVIII, Rabí Israel Ba’al Shem Tov, sugirió una exégesis sumamente innovadora a un pasaje de Génesis 6:16 en el cual Dios, respecto de la construcción del arca, le ordena a Noé “Le harás una ventana al arca…harás un primero, un segundo y un tercer piso”. El vocablo hebreo para “arca” y para “palabra escrita” es el mismo, “teivá”. Rabí Israel explicó a sus discípulos que las palabras hebreas poseen una ventana que, por medio de la contemplación meditativa, permite acceder a niveles superiores de conciencia. ¿Cuáles? Al primero, segundo y tercer piso que por análisis gramatical resultan ser los diferentes mundos, las almas y la Divinidad. Al orar o al estudiar, no solamente entendemos lo escrito, sino que por medio de la contemplación de las letras logramos elevarnos al meta relato que da un sentido ulterior a lo leído.
El estudio y la contemplación detenidos y concienzudos de las palabras hebreas es una de las llaves centrales que la tradición del pueblo de libro ofrece para la trascendencia. Tales niveles de sofisticación exceden largamente los alcances de este curso introductorio, y aun así, un conocimiento básico del idioma hebreo clásico enriquecerá de sobremanera su lectura bíblica y le abrirá luminosos portones a un renovado, apasionante y disfrutable modo de percibir la realidad y por qué no, mejorarla.
Rabino Israel Diament